21 de septiembre de 2007

Reunión de vecinos.

Es un clásico entre los clásicos; prácticamente todo el mundo echa pestes cuando habla de las reuniones de vecinos. Yo cuando voy a ellas -que hasta ahora es casi siempre- no doy crédito a creer lo que oigo y veo. Es por eso que estoy intentando entender que hay detrás de lo que suele ocurrir. Ya saben; voces, falta de escucha, todo el mundo hablando al tiempo, malos modos, criticas al aire, egoísmo de cada uno con su problema, la frase de “yo no pongo un duro más” y toda la secuencia típica. Además, efectivamente, esas reuniones suelen ser eso, de vecinos en masculino. Las vecinas no suelen estar y mucho menos participar activamente. O no las dejan o no quieren participar en ese circo…

Pensando sobre el asunto he llegado a simples conclusiones. Por ejemplo que las reuniones de comunidad son el espacio donde la educación del personal se pone más a prueba. La escena estándar del ascensor o rellano con el “hola, hola, a que piso va, pues a tal, que malo hace, si, hasta luego, adiós” no es muy difícil, aunque ya algunos/as dan muestra de inquietantes carencias de habilidades sociales básicas –mirada, tono de voz, distancia, aseo, etc, etc…- Pero claro, llega la reunión de turno y ahí la cosa se complica: habría que dejar que terminen de hablar los demás, escuchar lo que se dice en silencio, plantear cosas coherentes, tener una visión solidaria y global, utilizar argumentos en lugar de insultos o ironías… en fin, cosas muy difíciles en general.

Y luego esta la otra parte. La de ponerse de acuerdo y decidir. Es decir que además de ser un espacio para poner a prueba la educación de la comunidad, lo es igualmente para evaluar nuestra actitud democrática. Y ahí aparece lo de “a mi lo que diga ese señor me da igual”, el ignorar al de la gotera, mezclar problemas, negarse a pagar, no confiar en el presidente, amenazar con impugnar lo votado por mayoría y todo eso. Eso además del ya mencionado tufillo machista que suele presidir el ambiente.

Va a ser que, sencillamente, en educación y democracia necesitamos mejorar.

16 de septiembre de 2007

Toro de la Vega

Recientemente tuve la mala fortuna de tener que trabajar unas semanas en Tordesillas. Sí, ese pueblo que demuestra cada año su inteligencia y buen hacer con el dichoso Toro de la Vega -perseguir y matar un toro a lanzazos-. También me he pasado varios días, viendo a muchos oriundos del lugar en los informativos de diversas cadenas; y ya esta bien de aguantar o permitir tanta bravuconería cerril.

El principal argumento de los que apoyan tal aberración allí –por lo visto la mayoría del pueblo- es que es una tradición que “viene celebrándose desde el mil quinientos y algo…” Dicha concreción en la fecha ya apunta de lo fornido del argumento, recordándome que en dicho pueblo casi nadie sabía cuando le pregunté, de la existencia de una biblioteca pública en su “extenso” pueblo –ya no digamos que está en la Casa del Tratado- por no hablar, por ejemplo, del increíble índice de abandono escolar prematuro que me encontré entre su población de 20 a 30 años, sin querer salir del pueblo y mucho menos de aprender algo que implicara un mínimo esfuerzo. Y así suma y sigue…

Pero es que además, recurrir a que algo lleva haciéndose mucho tiempo como única razón para blindarlo, es un argumento tan pobre y poco consistente, que si por él fuera la gente de los pueblos seguiría perteneciendo al noble o terrateniente de la zona, trabajando para él de sol a sol por algo de alimento y teniendo que callar si le apetecía trajinarse a su hija cuando le viniese en gana; “Como se ha hecho desde siempre”. También podríamos seguir quemando a la gente en la hoguera, o colgarla de un árbol sin juicios de por medio. Practicas todas ellas que comparten mucha fecha de antigüedad si de eso se trata.

Con todo, no espero que alguien aquí le eche pelotas u ovarios para prohibir por ley tal barbarie, junto a otras del estilo. Lo más probable es que, tristemente, tengamos que esperar a que Europa nos lo prohiba desde Bruselas y así, no tengamos que seguir soportando a uno de esos locales haciéndole la señal de cortarle el cuello a quien se manifiesta en contra, o al otro diciendo que hay que matar a quien lo quite, o al primo de este agrediendo a la periodista que quería grabar como preparaban al pobre toro elegido. Muy valientes son algunos de Tordesillas. Y como se ve muy listos también.