22 de diciembre de 2008

Guerra de sexos

Cuando hace unos días caminaba sobre la nieve caída por la ciudad en la que vivo, además de muchas instantáneas evocadoramente diferentes a la cotidianidad, apareció también otra. Atravesaba un parque por el simple gusto de percibir los copos con todos los sentidos, cuando el barullo y el griterío de gente menuda hicieron que me girase. La escena a priori no tendría nada de excepcional; un grupo de niños y niñas jugaban desaforados a tirarse bolas de nieve. Sin embargo, algo de ese momento no resultaba gracioso o divertido. Los dos grupos de “combate” se habían compuesto de la siguiente forma: 10 niños contra 3 niñas. Tendrían alrededor de 9 años y resultaba desagradable ver como el numeroso grupo de muchachos rodeaba, voceaba y hacía retroceder a trompicones a las chicas.

Me giré un par de veces más esperando tal vez un imposible, tal vez no; uno o varios de los chavales pasándose al otro bando por compensar, por solidaridad, por lo que fuese, que se yo… Pero por supuesto no ocurrió y mientras seguía caminando bajo ese manto blanco, fui dándole vueltas a la razón verdadera de que ocurran así las cosas.

18 de diciembre de 2008

Algunos orígenes

Es gratificante darse cuenta un buen día, que algunas de las cosas que te gustan, te producen bienestar o te atraen irremediablemente, tienen un modelo; una fuente de inspiración que aunque estaba ahí, a ti se te había pasado por alto o lo habías olvidado.

Al que suscribe le ocurre, de entre otras muchas cosas, con una serie televisiva: Doctor en Alaska. La descubrí hace ya algunos años en la “República Independiente de mi Cuarto” cuando vivía en la casa de mis padres; un cubículo de 2x2 metros cuadrados que sorprendía por su contenido a todo el que allí entraba. Entre lo mucho que increíblemente ese cuarto contenía, una balda esquinera sostenía un viejo televisor en blanco y negro. En ese rincón y de madrugada, es desde donde aparecían aquellas curiosas historias con sus peculiares personajes, en las que yo quedaba irremediablemente atrapado.

Recientemente he podido comprar las primeras temporadas de la serie. Viéndolas de nuevo, me he dado cuenta de muchas cosas; los paisajes, las conversaciones, el carácter de sus personajes… Hay un sin fin de guiños a las cosas que me interesan y producen atracción de forma inmediata. Y no, no soy tan incauto de pensar que la principal fuente de influencia hayan sido esos capítulos, siendo al mismo tiempo consciente de que algo ocurría en aquellos momentos. Pasada la media noche, mientras que un adolescente confundido veía y escuchaba atentamente esa ficción, se iba configurando en su cabecita una forma de analizar y vivir el mundo real, lleno de matices tan complejos como interesantes.

6 de diciembre de 2008

Sensación extraña

Hace unos días creí ver a alguien esperando la muerte. No estaba en un hospital, ni aquejada por ninguna grave enfermedad. La anciana, vestida de riguroso luto y con pañuelo sobre su cabeza, permanecía discreta e inmóvil sobre el chaflán de sofisticados escaparates, al tiempo que sus curtidas manos se apoyaban en un bastón. Esa tarde gris hacía un gélido viento polar, y mientras todos apresurábamos el paso en búsqueda de resguardo próximo, ella seguía impertérrita y ausente desde aquella solitaria esquina. Su rostro triste y ajado, parecía no encontrar aliciente ni sentido a su alrededor, en un mundo alejado del que fuera el suyo. Y así, con la mirada perdida y un pensamiento incierto, me dio la impresión de que esperaba resignada su momento en silencio.

16 de octubre de 2008

Una de esas Palabras

Escuché hace algunas semanas una de las muchas aportaciones interesantes que nos dejó el pensador Ortega y Gasset, y como ando en deuda con Lenitita por algo del universo bloguero conocido como “meme” -invitándome a escribir sobre valores- aprovecharé para cumplir con mí cometido aunque sea un poco a mí manera… La cita que salió a relucir del sabio profesor, fue que según él “la distancia más próxima entre dos corazones no se encuentra en el amor” -como casi todos tenderíamos a pensar de inicio- “sino en la lealtad…”.

Y uno se pone a pensar y te das cuenta de que puede que efectivamente sea así. Dejando a un lado los prejuicios que pueda sugerir dicho vocablo y que seguramente han hecho que pierda vigencia, o se vincule en exclusiva a determinados ámbitos no del todo apreciados, cuando se analiza lo que verdaderamente más valoramos en nuestra relación con el otro, si que parece surgir con fuerza dicha cualidad: La lealtad. No entendida esta como alguien que nos da siempre la razón, nos adula continuamente con o sin motivo, o cosas que caminen por sendas semejantes. Ser leal va en otra dirección. Tiene que ver con cumplir el compromiso adquirido libremente con la persona, funcionar en esa relación en base a la verdad, queriendo estar ahí también en los errores, sabiendo perdonar sin que eso implique callar. Tal vez no todo de forma absoluta, claro, pero si una parte sustancialmente generosa.

Si uno piensa en su familia, en las amistades o en su pareja, no es difícil identificar que lo que hace avanzar y fortalecer cada una de esas relaciones, tiene mucho que ver con esa cuestión de la lealtad que nos apuntaba el filósofo.

12 de octubre de 2008

Repartición de ganancias.

En medio de tanta noticia y debate sobre la dichosa crisis económica, el otro día en un programa que analiza la actualidad en clave de humor, escuché una reflexión que sintetiza de forma sencilla algunas cosas importantes: “En el mercado de valores, más conocido como la bolsa, no olvidéis que para que unos ganen dinero otros tienen que perderlo”. Así de sencillo y despiadado.

5 de octubre de 2008

Sacando barriga

España arrasa en Europa”. Este era el fastuoso titular con el que abrían el otro día las noticias nacionales en un canal de televisión. El motivo es que los equipos españoles que participan en la liga europea de campeones, habían ganado todos sus respectivos partidos, siendo el único país que había logrado tal “prodigio y heroicidad” con sus representantes.

No se vayan a equivocar, a mi me gusta el fútbol. Más jugarlo que verlo ciertamente, aunque un buen partido es un entretenimiento que no hay porque despreciar en absoluto. Ahora bien, dejando a un lado que jugaban clubes convertidos en empresas S.A. y no selecciones nacionales, llama la atención que los noticiarios tengan la frivolidad de hacer ese alarde de no se muy bien que, cuando España sistemáticamente ocupa los peores puestos -o el primero según sea el enfoque- en las estadísticas europeas comparativas sobre las cosas verdaderamente importantes. Asuntos del estilo a que España es de los países de la unión con más casos de obesidad infantil, muertes por violencia machista, corrupción en su funcionamiento o de los que menos invierte en investigación, tecnología, educación y así un largo etc hasta abochornar.

Que quieren que les diga. Da entre risa y sonrojo todo lo que implica ese absurdo manifiesto de “España arrasa en Europa”.

10 de septiembre de 2008

Complicarse... o no

Ya van unas cuantas veces que escucho a alguien decir, cuando se habla de cine, que él o ella pasan de ir a ver películas de esas que hagan pensar; que ya bastantes desgracias tiene la vida, dicen, para ir a pasar un mal rato y comerse la cabeza. Por eso, supongo, el cine llamado de entretenimiento, vacío desde mi punto de vista y a menudo simplón –pese a unos efectos especiales de millones de dólares- arrasa en las taquillas, descargas en la red y en menor medida y directa relación alquiler de pelis en un videoclub, a tenor de los que han ido cerrando en el último año y la cara rara de la gente cuando digo que aún alquilo largometrajes. Aunque ese es otro tema y no conviene mezclar.

A lo que voy es que es cierto. Si uno ve con frecuencia determinadas historias en la gran pantalla, elige algunos programas cuando hace zaping, lee cierto tipo de publicaciones o revisa determinados sitios en Internet, por poner algunos ejemplos, complicarte sí te complicas un pelín. Puede pasar que sin proponértelo te acuestes pensando en el funcionamiento de la economía de mercado, te descubras al pasear encontrando ejemplos de globalización, surgiendo dudas en tu cabecita sobre en que condiciones laborales se habrá hecho esa ganga made in que ibas a comprar, o preguntándote por si es muy ecológico tal o cual gesto cotidiano catalogado como de los que proporcionan calidad de vida...

Luego, como decían los Celtas Cortos, todo es ponerse. Le vas mezclando unas dosis de los rudimentarios conocimientos de historia que uno pueda tener, lo aderezas con lo que vas descubriendo de las distintas ideologías políticas, intentas desenmarañar la influencia que las religiones han tenido y tienen en tantas cosas, reflexionas sobre la evolución de muchos acontecimientos y porqué se está donde se está respecto a cada lugar geográfico, cada tema... Te da por analizar los pros y contras del sistema democrático, el capitalismo, el neoliberalismo y todos sus secuaces, al tiempo que lo comparas con otras posibles formas de gobierno, otras utopías tal vez, mientras sufres, te avergüenzas, sientes frustración y eres cada vez más consciente de lo jodida y maquiavélicamente interrelacionado que esta todo.

Y algo me rechina en ese no querer pensar como punto de partida permanente…

20 de agosto de 2008

Entre muchas historias...

La primera vez que me fijé en él, andaba despacio mientras lloraba bajo un sol de justicia, al tiempo que un adulto con cara de capullo le gritaba desde la distancia. El pequeño debía tener alrededor de los cuatro años y la piel de su delgado cuerpo era color tostado. Llamaba la atención que caminase descalzo por la ciudad y sin camiseta, ya que por vestimenta llevaba tan solo un pantalón verde lleno de manchas. Y así me quedé con el cuajo…

A la mañana siguiente, algo ocurrió en el aula móvil donde he estado "alejado" todo este tiempo, enseñando algunas cosas y aprendiendo otras. Un policía municipal que había venido con su hijo, se dio cuenta de que les habían robado la bici que dejaron fuera. Poco tiempo después, vino contando muy ufano que fue directo a una zona donde se asientan los rumanos y que un chavalín que la tenía salio corriendo asustado al verle. La persona que trabajaba conmigo, me comentó que él ya había tenido que echarle la bronca a ese niño a primera hora, por estar cogiendo cosas a otros usuarios. Nuestro público se sonreía de forma para mi extraña y decía “¡hay que ver!”…

Con esto a primera hora de la tarde apareció de nuevo el protagonista de esta historia. Me senté a su lado e intenté explicarle despacio que si iba cogiendo cosas que no son suyas, no le iban a dejar estar en muchos sitios. Se puso entre serio y triste asintiendo con la cabeza. Luego pensé en toda la historia que habría detrás de ese niño, e intenté cambiar de registro enseñándole cosas entretenidas en el ordenador. Era gracioso porque cuando algo le gustaba, una simpática sonrisa iluminaba su cara y la pequeña mano hacía por quitarme el ratón. Así pasamos toda la tarde juntos hasta que llegó el momento de recoger. A nuestro amigo todo parecía llamarle la atención, así que estuvo en primera fila observando con ojos avispados el proceso sin perder detalle, pasándoselo pipa cuando le cogí de la mano y le deje apretar los botones del mecanismo hidráulico que teníamos como ascensor; menudas risas los dos allí subiendo y bajando.

Cuando todo estuvo recogido, silenciosamente me siguió un tramo hasta donde estaba el coche. Le choqué la mano, le dije que me había gustado mucho conocerle, y mientras nos decíamos adiós arranqué con un angustioso nudo en la garganta.

4 de mayo de 2008

Las personas que se quedan

Hay gente que por uno u otro motivo decimos que va “perdiéndose” por el camino… También la hay que decide establecerse en un determinado lugar durante una larga temporada… y sin embargo no, no están ninguna de esas situaciones y sus protagonistas ahora en mi cabeza, aunque pudiera pensarse lo contrario. Lo que en realidad mascullo mientras tecleo, lo que en ocasiones llega a obsesionarme, son esos otros seres que habitan dentro de cada uno de nosotros. Un numero inconcreto de personas que por alguna razón, a veces enigmática y otras bien conocida, se quedan alojadas en nuestro recuerdo a lo largo del tiempo; a veces ya para siempre.

Yo tengo un buen número de estas personas en mi mente. Quizá porque el trabajo y mis vivencias llevan años brindándome la oportunidad de conocer a personas muy diversas, o tal vez por esa curiosidad mía de observar tantas y tantas cosas… La cuestión es que a algunas de esas personas las conozco en profundidad, otras están de algún modo en proceso de que estrechemos lazos, mientras que apenas sé nada de un buen numero de ellas. Y es curioso porque las que más me suelen impresionar, aquellas que me dejan con un “pellizco extraño en el adentro”, suelen cruzarse en mi camino fugazmente. Muchas de las veces por lo que unos llamamos casualidad y otros destino. Una mirada, una sonrisa, el intercambio de unas pocas palabras o un comportamiento apenas perceptible. Algo pasa y se queda ahí grabado el niño, la anciana o el adulto, a la espera de que un momento fortuito me permita rememorarla, sin llegar a comprender bien lo que en ese momento sucede.

Va desde aquí mi recuerdo, por todo lo que esa gente me va aportando a menudo sin saberlo… y que es mucho.

12 de marzo de 2008

Menuda historieta

Que mal trago, de verdad, aunque la cosa terminará con sonrisa. Como dice Reverte en algunos de sus artículos háganse cargo. Volvíamos de una plácida velada rural, con música folk en directo y agradable conversación un tanto introspectiva, cuando a altas horas de la gélida noche aparece en mitad del asfalto algo que se parecía a un corderillo. Y digo se parecía, porque mientras daba el volantazo para no atropellarlo no entendía bien que había visto. Unos metros después frenazo en la oscura cuneta, luces de emergencia, frontal en la cabeza y pasos nerviosos en dirección a lo que se movía. Increíblemente eso era; un desvalido borreguín sentado en la línea discontinua y ajeno a todos los peligros que le rodeaban. Parecía que estaba parido pocas horas antes por su aspecto sucio y la lana medio pegada al cuerpo, al tiempo que supuse que estaba sentado ahí porque el alquitrán le transmitía algo de calor en medio de la helada.

Como en cuanto me acerqué se puso a balar de manera desgarradora, era imposible no hacer nada, aunque lo complicado fue decidir qué. En principio iba con la simple idea de llevarlo al prado lindante con la carretera, pero al instante me di cuenta de que con la que caía, volvería por si mismo a la trampa de calor que era la calzada. Como no sabía que hacer, lo cogí con cuidado para meterlo en los asientos traseros del coche, y mientras caminaba con él tembloroso entre los brazos, pensé que lo mismo estaba herido, atropellado… Mi aturullamiento iba creciendo. Sin ninguna idea muy clara, volvimos para el pueblo desierto a esas horas de la madrugada, mientras el pobre bicho a trompicones balaba una y otra vez a nuestra espalda; daba una penilla tan pequeñín y asustado...

Ya en mitad de la aldea, vimos una zona con columpios cercada para los “peques”. Pensamos que ahí no estaría tan en peligro hasta que a la mañana siguiente lo viese alguien pero claro, fue ponerlo allí con el frío que pelaba, viéndole andar torpemente emitiendo ese sonido desesperado y atrayendo a los fornidos gatos merodeadores, que el cuajo lejos de aplacarse fue en claro aumento… Al darse cuenta de la situación, la buena gente con quien habíamos pasado la tarde decidió llevárselo a su taller. Allí estuvo protegido de las inclemencias del tiempo, tomó leche con un biberón artesanal y el tierno animal pasó la noche tan ricamente. En la mañana contactaron con los pastores de la zona, resultando que efectivamente una oveja del rebaño había parido ese día dos lechales mientras pastaba, siendo uno de ellos el extraviado protagonista de esta historia.

Menos mal que podré seguir contando ovejitas sin provocarme insomnio.

9 de marzo de 2008

Trampas de la mente

Joaquín Sabina escribió en una de sus tantas geniales canciones “al lugar donde fuiste feliz nunca debes tratar de volver”. Supongo que a lo que él se refiere entonando esa estrofa, es a la torpeza de intentar revivir algo que uno guarda con muy buen sabor de boca, creyendo que simplemente es cuestión de estar de nuevo en el mismo sitio…

Hay más jugarretas del estilo y sin darnos cuenta no es tan raro que nos empeñemos en estampanarnos contra ellas. La vivida reciente, es haber sido tan incauto de imaginarme como serían muchas horas de mi día a día, con algo que todavía no había ocurrido y que ni siquiera tenía el grado de certeza. Y así más de una y de dos veces, en ocasiones con los ojos cerrados y otras abiertos, he visto nítidamente muchos momentos recreados paso a paso en mi cabeza. Estoy casi seguro de que hubieran sido agradables de haberlos vivido, solo que fruto de esa no-realidad, es probable que les añadiese además algunas otras bondades.

Un mal día no hice caso al timbre del interfono, porque mi atención se centraba en escuchar con ansiedad el de un teléfono demasiado silencioso. Estúpido de mi, hasta que no baje al buzón no me percaté de que no habría tal llamada, pese a que el cartero trato de avisarme con los medios a su alcance. Había caído en el viejo cuento de “La lechera”, solo que esta vez sustituyendo la avaricia de su protagonista, por el deseo de simplemente querer estar a gusto trabajando de forma sencilla… Y las cosas no ocurrirán como las estaba imaginando, porque simplemente no ocurrirán. Al menos no de momento donde tanto me hubiera gustado…

4 de marzo de 2008

“ ¡Es que tengo mucho carácter! ”

Habrán oído esta expresión a más de una persona. Yo al menos unas pocas de veces. Normalmente se justifica con dicha frase los exabruptos o desaires hacía los demás, sin plantear alguna inquietud personal tal auto-engaño. Lo es, ya que si bien todos nacemos con una cierta predisposición a funcionar de una manera más o menos impulsiva –los expertos llaman temperamento a esta base biológica preestablecida del comportamiento- no es cierto en absoluto que ante esa tendencia solo cabe dejarse llevar, haciendo y diciendo lo primero que le pida a uno el cuerpo. Es de ese error de donde parte el cómodo y simplista argumento de “es que soy de esa forma de ser y no lo puedo evitar; tienes que aceptarme tal y como soy” Así, con el imperativo por delante. Esto mismo los y las más refinadas lo camufla en frases como “lo que pasa es que mi forma de hablar es muy vehemente”… Y perdón pero no.

Como en tantas otras cosas en relación a las personas, la educación da explicaciones y respuestas a multitud de cuestiones relacionadas con nuestro comportamiento. Si bien no con todas de forma absoluta, incluso en cuestiones de tipo innato la educación puede jugar un papel muy importante cuando hablamos de aprender a convivir. A lo que voy es que si una persona es desagradable, agresiva, muy competitiva o intolerante en sus reacciones, por poner solo algunos ejemplos clásicos relacionados con el “yo es que soy así”, lo que verdaderamente significa tales reacciones son aspectos como dificultad personal en la gestión de las emociones (rabia, nervios, frustración, etc.) poca habilidad para defender ideas y/o derechos sin vulnerar los del otro (lo que los técnicos llaman asertividad) o la puesta en marcha de inadecuados mecanismos de compensación-defensa en relación a las debilidades que cada cual tiene (ante la inseguridad, por ejemplo, se puede optar por vocear, ridiculizar, aislar… o bien por escuchar, preguntar, reformular...)

Casi todo lo que hacemos y decimos tiene mucho de hábito adquirido por medios muy diversos. Es así como se va configurando nuestro carácter a lo largo del tiempo, teniendo este por tanto un fuerte componente aprendido y cultural, que va modulando el temperamento con el que nacemos. El compendio (artículo extenso) da como resultado nuestra personalidad. Es solo que hay dos posturas ante eso: Por un lado el conjunto de personas que se esfuerzan paulatinamente en ir mejorando sus comportamientos; es decir seguir aprendiendo para llegar a lograr sus objetivos sin dañar a otras personas. Y por otro, un segundo grupo estancado en una forma tan habituada de reaccionar, que o bien no se la cuestionan porque piensan que es la forma acertada –ignorando como hace sentir a los demás- o bien no están dispuestos a cambiar por el importante esfuerzo que eso les conllevaría, además de no querer renunciar al grado de poder que eso les da. Pero lo cierto es que si verdaderamente se está concienciado, se puede aprender poco a poco a funcionar de manera diferente en prácticamente cualquier área de la vida y a cualquier edad. Por eso los y las del “es que yo soy así”, no nos pueden intentar seguir haciendo creer –ni a ellos mismos tampoco- que hay que aceptar sin más esa parte de su mala-educación, adornándola de una medida en positivo inexistente: No se tiene “mucho” o “poco” carácter, simplemente se desarrollan o no determinados rasgos en base a como vamos afrontando las situaciones.

La pelota está por lo tanto en su tejado, pero pueden bajarla de ahí… Si quieren, claro.

26 de febrero de 2008

No siempre es bueno leer

Digo esto porque se habrán dado cuenta conmigo, de que cada vez va siendo más habitual ver transmitir ideas en público así: Leyendo papeles burdamente, aunque los más avispados lo hagan de reojo. Como quien no quiere la cosa, esto se va incorporando sin complejos a múltiples escenarios, anulando en gran medida la posibilidad de evaluar las verdaderas capacidades e intenciones de quien lee. Cuesta así llegar a saber en que grado conoce el impostor orador de lo que está hablando, si es de su cosecha o escrito por otras personas, cuando no dudar de si su postura es ciertamente la que cuenta y con la intensidad en la que lo hace.

Todo cuando en realidad el no decir las cosas en verdadero directo, es una muestra de mediocridad, cobardía y medio mentira en la mayor parte de los casos. Y ocurre; vaya si ocurre. Se lo puede uno encontrar en una conferencia de “expertos”, o con profesores cuyas clases consisten en leer apuntes, en los discursos de cualquier autoridad y por supuesto en la mayor parte de las intervenciones de nuestros “valientes” políticos. Da la impresión de que aquí ya casi nadie se atreve a decir algo, si antes no se ha estudiado al dedillo en una reunión previa, se ha valorado pros y contras de cada frase o se ha matizado por algún asesor el “mejor utiliza esta palabra que no aquella otra”. Grave forma de manipulación es la que se esta normalizando, en mi opinión, hasta el punto de naturalizarse y no cuestionarse. ¿Será por eso que nuestros políticos se resisten a debatir en directo y solo están dispuestos a hacerlo con todo “prefabricado”? ¿Dónde quedan las clásicas disciplinas del Trivium como la retórica o la dialéctica que den nivel a la oratoria?

Puede ser que ya estemos más cerca de terminar haciendo como se empieza a ver en televisión –otro de los paradigmas de la mentira y la manipulación actualmente más evidentes- en donde muchos presentadores ya hablan literalmente en función de lo que les van dictando coma a coma por un diminuto e imperceptible auricular, haciéndonos creer que son sus ocurrencias las de “la voz en off” que escuchan, aunque lo hagan con unas pausas y silencios extraños completamente antinaturales. Es decir, son autómatas en donde su capacidad de expresión y manejo de la situación en directo no asegura la audiencia, importando poco la veracidad del asunto…

14 de febrero de 2008

Va por ti

Victoriano trabaja en una gran superficie de esas muy conocidas. Aunque su aspecto es rudo y tosco, es mi dependiente preferido. Cualquiera diría a tenor de su apariencia, que es jornalero de la metalurgia en los altos hornos o que alicata baños a destajo para una constructora -por poner dos ejemplos a bote pronto-. Pero no. Su forma de ganarse el sueldo para pagar las facturas y algún que otro placer mundano, no es otro que dispensar lo que se tercie en la sección de charcutería de la citada gran empresa.

Simpático, lo que se dice simpático no es, aunque no es algo que yo eche en falta en este caso. Él por contra, Victoriano, es tremendamente servicial, poniendo todo su esmero en lo que hace. Muy serio, eso si. Cuando ve que la primera capa del jamón tiene un poco de mal color por la oxidación, te la quita por su propia iniciativa. Si le pides que te corte las lonchas finitas, tiene la pericia de dejarlas transparentes pero sin que se rompan. Y cuando se asegura de que ya no quieres nada más, envuelve y etiqueta finalmente cada cosa con cuidado. Todo con esa pinta suya tan característica, ya que es un tipo bajito, de unos cuarenta tacos largos, con indefectiblemente su gorra bicolor gastadilla puesta de medio “lao” –desconcertante hasta que te acostumbras- y ese traje blanco tipo enfermero que cubre holgadamente su generoso contorno. Entrañable el hombre.

Y así uno va contento al mostrador cuando está él, seguro de que hará bien su tarea. De la misma forma que uno se siente bien, cada vez que se encuentra con una de tantas personas que se preocupan de hacer bien su trabajo, sea este el que fuera. Sin tener que preocuparse de “a ver por donde me la van a intentar colar” y pasar el trago de terminar discutiendo a cada paso.

¡Gracias Victoriano! El bocata de la merienda hoy a tu salud.

8 de febrero de 2008

Cosas de aquí

El pasado lunes, en el transcurso de la gala de los premios Max de las artes escénicas, escuché algo interesante e inquietante al mismo tiempo. Si no entendí mal, parte del texto era de Machado y venía a decir que “en España no se dialoga porque no se pregunta”, añadiendo, con mucha gracia, que “casi todo el mundo quiere estar de vuelta cuando ni siquiera ha ido…” No pasaron más que unas pocas horas, para encontrarme de frente con ejemplos del asunto. El lugar no ha sido de los habituales, ya que se desarrolló sudando en una sauna a 70 grados, pero como ese cubículo de madera es pequeño y compartido por varias personas extrañas cada vez, no es difícil que surjan conversaciones… o algo que se acerque a eso.

Todo comenzó cuando desde las cristaleras frontales, se observaba secar el agua que se acumulaba alrededor de la piscina, a una trabajadora con la camiseta de “socorrista”. Una de las acaloradas acompañantes –por el calor, es de suponer- comentó que era la misma chica que daba pilates no se que día. A eso otra mujer que estaba en frente, apuntilló que le parecía muy bien que los empleados hicieran de todo, sin que le faltara tiempo al hombre con generosa barriga situado en el banco superior, para afirmar con severidad que efectivamente, y que quien no trabajaba en este país es porque no quiere; que a él tampoco le apetecía ir por las mañanas a su trabajo… Así ocurrió como se lo estoy contando. Sin anestesia ni´na. Eso además de cuestionar entreveladamente el papel de la chica como monitora de pilates, por la “rotunda razón” de que hablaba suave –no compatible con la actividad, se ve- y porque “encima” llevaba poco tiempo en el centro –esto es, los galones cuentan lo suyo- Claro que a decir verdad se les veía “coherentes” a los y las susodichas, porque practicaban ese tono de voz que tanto se nos cuestiona fuera de nuestras fronteras, en un espacio de 2x2 compartido con otras personas ajenas. Es decir que molestaba el volumen de sus “comentarios”, compendio de críticas, cotilleos, prejuicios y demás cosas feas.

¿Y dónde están las preguntas? Interrogantes como: ¿Es bueno que la socorrista al limpiar, pierda la visión de la piscina durante un tiempo? ¿Si está contratada como técnica deportiva, limpiar es parte de sus funciones? ¿Lo hace porque se presta, porque la toca o porque la obligan? ¿Es bueno para el empleo en general y las personas en particular que uno o una haga el trabajo de dos, tres o de muchos más?... Habría tantas cosas interesantes a preguntar para analizar esta y otras cuestiones. Pero no, preguntas ya les puedo asegurar que no hubo ni una sola en ese rato. Nos quedamos en la obviedad de que en España hay ahora trabajo, cuando están viniendo cientos de miles de inmigrantes por tal razón evidente, dejando a un lado nuevamente preguntas importantes como: ¿Se está velando por unas condiciones de trabajo dignas y de acuerdo a la legalidad en muchos casos; tipo de contrato, categoría del trabajador, cualificación requerida, tareas asignadas, seguridad laboral, duración y conciliación de las jornadas, etc. etc.?

Va a ser que como decía Machado, preguntar no se pregunta mucho, así que no se si lo que hacemos es realmente dialogar…

4 de febrero de 2008

¿Qué es ser una persona inteligente?

Durante varios años he pasado muchas horas, leyendo un gran número de libros que trataban de dar explicación a ese concepto: La inteligencia. Además de ser una de las cualidades que más se destaca en nuestra especie frente a otros animales, es una de esas cosas a la que todo el mundo nos referimos, sin que lo hagamos con una misma idea. Lo que para unos es ser muy inteligente, para otras no y viceversa –sin ser mi intención aquí, poner el acento en los prejuicios de diferencias de género, que también caben por lo visto en esta discusión: Es aquello tan extraño de ellas son mejores en tal y ellos en cual-.

Dentro del mundo académico no es muy distinta la situación, ya que hay muchas maneras de definir la inteligencia, según desde que corriente o disciplina se analice; con toda la controversia que eso suscita. Los hay quienes aluden a la importancia de los genes (genetistas) quienes sitúan la influencia del ambiente como pieza clave (ambientalistas) los partidarios de centrarse en analizar los procesos mentales (cognitivistas) así como los que establecen puentes entre lo biológico y lo cultural (por ejemplo los neurolingüistas)… Distintas familias de investigadores en definitiva, relacionadas en el complejo debate de intentar descifrar que hay detrás de ser inteligente. De ahí se derivan, entre otras muchas, palabras como cociente intelectual, sesgo cultural, tipos de memoria, comportamiento imitado-aprendido o papel de los neurotransmisores.

Entre lo que yo he podido leer -accesible a cualquiera que le interese el tema- me centro en una idea no excesivamente erudita, pero que aglutina bastante bien muchas de las variables analizadas desde las diferentes disciplinas, ofreciendo además una respuesta sencilla y práctica a tal cuestión: Inteligencia es la capacidad de una persona para adaptarse a diferentes contextos. Piensenlo y verán. Hay que tener en cuenta que adaptarse no es simplemente acomodarse, mientras que lo de contextos hay que considerarlo de una forma mucho más amplia que “los dos o tres” conocidos por cada cual. Bien mirado entonces, contempla tanto lo genético-biológico, como lo ambiental-cultural; el potencial con el que nacemos, así como su desarrollo a través de lo aprendido. Todo ello en función de los estímulos a los que hemos estado expuestos, sean estos últimos buscados por nosotros, impuestos desde fuera y/o encontrados fortuitamente. Por tanto, muchas cosas importantes están ahí condensadas ¿no creen?

Tal vez por eso hay personas aparentemente muy inteligentes, que en cuanto se las saca de “su mundo” hacen aguas por todas partes, habiéndose entonces confundido inteligencia con súper-especialización, buena reproducción de esquemas preestablecidos o una habilidad superior para algo concreto. Todo ello pudiendo ir desde la destreza de mentir a la de investigar. Por ejemplo.

29 de enero de 2008

Historia truncada

Durante años se observaron en silencio. De manera sigilosa; sin llamar apenas la atención. Ella llego un tanto después que él y al poco de que decidieran su sitio, ya se llamaron la atención. Eran jóvenes y frágiles, mas supieron aguantar los malos tiempos e ir creciendo lentamente sin perderse de vista. Durante la primavera, era cuando de forma evidente se dejaban ver en todo su esplendor, haciendo alarde ambos de su inmensa belleza natural. Y poco a poco fueron acercándose; así como quien no quiere la cosa, aunque seguros de querer estar ahí en el momento preciso.

Tanto se habían atrevido y esforzado, que era cuestión de días el que surgiera por fin el encuentro deseado. Pasaban horas a muy pocos centímetros uno del otro, conscientes de ser lo suficientemente maduros para vivir y hacer lo que tanto ansiaban. Solo hacia falta un empujón, un golpe de viento certero…

Pero no paso; nunca llego a ser. Una mañana fría de invierno llegaron dos extraños con sus herramientas, podando sendos árboles y con ello sus ilusiones. Sus ramas a punto de enlazarse, volvieron a estar más separadas que nunca.

20 de enero de 2008

Imágenes guardadas

Tengo un puñado de fotos
y anidados sus recuerdos.
Cuando el pasado ya no existe
y el futuro tampoco, pienso.

Me cuesta aferrarme al ahora,
pese a encontrarme a gusto; sereno.
Es otra vez lo de cerrar etapas.
Girar la vista a los sueños.

Tan pronto se hace tarde,
como enseguida es eterno.
Las saque de una repisa anoche,
esa del polvo quieto.

Creo que me quedaré aquí un rato;
poco rato, solo un momento.
Recreando la nostalgia,
en el recuerdo de otros tiempos.

11 de enero de 2008

Amistad

Las veo a menudo mientras espero curioseando. Son dos chicas de unos 16 años y aparecen día tras día por el fondo de la calle sobre las tres de la tarde. Siempre vienen hablando, mientras cargan a sus espaldas con esas voluminosas mochilas repletas de cosas. Algunos días se las ve más cansadas, otros más sonrientes, con aspecto sencillo o luciendo palmito, aunque casi siempre con un tono vital en sus caras.

Al llegar al final de la acera, inexcusablemente se detienen un ratito. Es ahí donde se dividen sus caminos, pero aprovechan ese último momento para charlar de los más variados temas; que si el examen ha sido difícil, que si he tenido una discusión con mi madre, que si mengano me gusta, que si tal o que si cual… Hablan las dos, sin atropellarse ni acaparar la conversación por parte de ninguna. Mirándose a los ojos y acompañándose frecuentemente con gestos cómplices; entendiéndose en el compartir de sus vidas. Después, más pronto o más tarde, se despiden hasta el día siguiente, no sin antes regalarse un beso cariñoso y sincero por parte de una de ellas a la otra. Y resulta hermosa la escena, muy hermosa.

Pienso en todo lo que a esa amistad le queda por recorrer y si sabrá sobrevivir con el tiempo a los celos, la distancia, la forma de madurar de cada una y todos esos avatares con los que se irá encontrando. Ojalá que si. La amistad, ese tipo de amistad leal y sincera, es todo un privilegio con el paso del tiempo.