11 de julio de 2010

Mundial de fútbol 2010

Decían en alguna de las muchas cuñas publicitarias aparecidas durante las últimas semanas, algo así como que en relación al gran evento deportivo “eligiésemos bien con quien íbamos a verlo, porque no lo olvidaríamos nunca”...

Todo va por el camino que cualquier aficionado español y holandés soñaba, incluso para ese otro buen número de personas que eso del fútbol nunca les atrajo, pero que andan divirtiéndose estos días a un paso de la gran victoria. Es aquello que sabía Mandela de que el deporte puede unir de forma extraordinaria a las diversidades de un país.

Yo sin embargo no he podido estar junto a quien hubiese deseado; mi amiga, mi compañera, mi gran amor.

8 de julio de 2010

Volviendo

Durante apenas unas horas volví al levante, al Mediterraneo, a una de las esencias de lo que soy y donde vengo. Volví a ese clima agradable y luminoso, con sus gentes amables y esa sonrisa con la que crecí y viví durante mucho tiempo; hasta algún momento que un día se sorprendió interrumpido… Volvía y de nuevo pise aquellos edificios de arquitecturas imposibles, aquella plaza con granizados de mil suculentos colores, mientras paseando descubría esa otra interesante ciudad que la desdicha de un tobillo no nos dejo “leer” como nos hubiera gustado hace años... Y por allí pasaron unos bólidos que iban endiabladamente rápidos, los que más según me contaban voces taponadas en mis oídos. Un curioso plan del pasado convertido en figurante de este presente eclipsado. Una anécdota ante el torbellino de sentimientos adelantando sin piedad a aquellos coches ruidosos.

Volviendo mi mirada perdida en el asfalto contempló pasar de largo el panel A4 dirección Córdoba, el cubo azul del Ikea al costado de la M50, la parada del almuerzo en mitad de la Atalaya y aquella torre de iglesia en el centro de una lejana y muy querida Aravaca; cientos de kilómetros con sus paisajes recorridos tantas veces lleno de felicidad…

Sensaciones que vuelven allá por donde vago buscando con ahínco un camino que no logro vislumbrar. Un día ante el sol sureño, pasado en el remanso de un norte verde y lluvioso. En el regreso diario a una casa que me angustia o en cualquiera de los instantes en los que aun arropado de personas queridas, camino como numero impar sobre un rompeolas resbaladizo.

Volviendo no parece que vuelva a donde antes volvía, porque al no encontrarte no me encuentro.