Hoy tenía previsto cocinar, encontrar ese momento grato que es trocear cebolla, rehogar unas verduras frescas y esperar que la nueva receta sepa a algo rico. La música, esas ondas que modulan los estados de ánimo, invitaron esta vez al optimismo. De toda esa mezcla nacieron unas albóndigas a la jardinera. No sé como sabrán, pero el olor apuntaba maneras.
Ya inmersos en la actividad provechosa, me puse a arreglar por fin aquella lampara, empeñada en fundir incomprensiblemente todo tipo de bombillas a lo largo de los últimos años. Visité la ferretería que hay frente a mi casa, y me agencie algunos objetos con idea de ayudar a una buena amiga. Daría así rienda suelta a eso que tanto me fascina; hacer pequeños inventos -tan artesanales como baratos- que vienen a solucionar molestos problemas cotidianos. Si le facilito las cosas a alguien que aprecio, el gusto es doble.
Y es que la vida se llena a veces de estos pequeños pero gratos momentos.