18 de septiembre de 2011

Rituales y no tanto

Me levanté sobre las 10 por ese proceso natural y paulatino de la luz colándose con permiso en la ventana, mientras el cuerpo en su lenguaje daba muestras de estar repleto de descanso en forma de energía reciclada. Luego vino el ritual de preparar el café, y mientras ese aroma lo impregnaba todo, un chorro de aceite sería el preludio al tomate rallado sobre la rebanada de pan. Café con leche, tostada, ensaimada y zumo es el desayuno de muchos días, y en especial el que más saboreo: el de los fines de semana como este. Me gusta revisar la prensa digital mientras apuro el jugo de naranja, mientras pienso en las cosas increíbles, terribles, triviales y a menudo demasiado habituales que narran esas columnas de letras.

Ritual por sarah sosiack

Hoy tenía previsto cocinar, encontrar ese momento grato que es trocear cebolla, rehogar unas verduras frescas y esperar que la nueva receta sepa a algo rico. La música, esas ondas que modulan los estados de ánimo, invitaron esta vez al optimismo. De toda esa mezcla nacieron unas albóndigas a la jardinera. No sé como sabrán, pero el olor apuntaba maneras.

Ya inmersos en la actividad provechosa, me puse a arreglar por fin aquella lampara, empeñada en fundir incomprensiblemente todo tipo de bombillas a lo largo de los últimos años. Visité la ferretería que hay frente a mi casa, y me agencie algunos objetos con idea de ayudar a una buena amiga. Daría así rienda suelta a eso que tanto me fascina; hacer pequeños inventos -tan artesanales como baratos- que vienen a solucionar molestos problemas cotidianos. Si le facilito las cosas a alguien que aprecio, el gusto es doble.

Y es que la vida se llena a veces de estos pequeños pero gratos momentos.