17 de diciembre de 2011

Gratitud

A veces ocurre. El tiempo hace re-colocar algunas sensaciones y sentimientos; otras no. Ayer pude recoger un buen puñado de cariño en las vertientes más diversas de sus depositarios; voluntarios, antiguos compañeros y compañeras, familiares ajenos, algunas personas a las que siento como amigos de los que uno apenas ve, y por supuesto aquellos con los derroché energía y ganas de ayudar como terapeuta, para que sus vidas caminaran de otra forma.

ABRAZO-1-BIS

Imagen: CICLOPE3

Abrazos alejados del compromiso, sonrisas sinceras, apretones de manos, caras de sorpresa agradable, y un gran número de gestos que devolvían lo sembrado durante aquellos años tan intensos, ya grabados para siempre en mi. Aparecieron recuerdos torpemente colocados en la memoria, las ganas de compartir más de forma confusa, y la certeza tranquilizadora de que las cosas, muy posiblemente, se hicieron relativamente bien.

De entre todos él. Con aspecto del Aute más seductor, apareció con su pareja en uno de tantos giros entre el gentío. Fueron muchas las horas de esfuerzo, desconcierto, de análisis y de tratar de descifrar juntos los misterios que nos hace ser quienes somos en nuestros errores. “Me acuerdo mucho de ti y de lo que hablamos” me dijo, mientras sentía su achuchón emocionado, en el retroceso fugaz a las vicisitudes y desesperaciones compartidas. El verle bien y sentirme parte de eso, es algo difícil de explicar; es ese agradecimiento mutuo.

7 de diciembre de 2011

Encontrándose

Subieron al coche con apenas unas horas de conversación entre ellos, y las vibraciones que a veces un sexto sentido, o la suma de los otros cinco, dan para embarcarse en un viaje a dos cuasi-desconocidos. Por delante, el proyecto ilusionado de una primera experiencia conjunta; tenía pinta de fin de semana interesante, así que solo hizo falta el empujón del atrevimiento por parte de ambos. Su destino elegido el del “espacio común” de la montaña. Aquel encontrado entre algunas cervezas nocturnas, a modo de inicial referencia en la que quisieron confiar.

Aquella incertidumbre previa, se diluyo de forma natural apenas pocos segundos después. Mientras salían de la ciudad, una charla distendida y reconocible ya para ambos, fue configurando un ambiente que se mostraba muy agradable. Entre risas y anécdotas de sus vidas, surgieron también los primeros silencios; nada tan placentero entonces como encontrarlos sin sensación de incomodidad. Y así, relajadamente, las horas rodaron con tranquilidad por la autovía, saboreando el gusto de poder compartir ese tiempo y ese espacio hasta llegar a su destino.

Fuente: Ayuntamiento de Ramales de la Vitoria

Tras varios paseos a ninguna parte, conocieron quienes serían sus “peculiares” anfitriones. Algunas preguntas, mapas diversos y ese desconcierto percibido que, por alguna razón, resultaba extrañamente simpático. A veces sus miradas quisieron encontrarse, buscando la complicidad de quienes todo les resultaba tan ajeno como disparatado. Sería la mañana siguiente la encargada de disipar algunas de sus dudas de tipo más práctico: Pudieron entonces, cual era su deseo, colgarse de aquella pared de sensaciones novedosas; caminaron después, durante algunas horas, por el bosque de los duendes invisibles; e incluso tuvieron oportunidad de extraviarse, en un corto pero intenso momento, por aquel camino que jugaba al despiste con quien osaba adentrase sin ser lugareño.

Tal vez, casi al tiempo que se perdían, aquella incipiente amistad apenas se daba cuenta de que ellos comenzaban a encontrarse…