22 de noviembre de 2009

“Eso son mariconadas…”

Cada vez que de forma no tan ocasional escucho tal afirmación, pienso que menos mal que hay homosexuales (proverbio no chino). La explicación es bien simple; se suele dar ese ‘sesudo’ calificativo, a todo aquello que parece no pertenecer a lo que viene siendo un hombre hecho y derecho, para ese nutrido grupo de mujeres y hombres de hoy en día. Ya saben; sensibilidad, demostrar afectos, gusto por los detalles, cuidar la estética de lo que nos rodea y cosas tan ‘antinaturales’ como esas. Al margen quedan las violentas razones históricas y los recalcitrantes planteamientos más actuales que sustentan esos prejuicios. Así que más pronto que tarde, si se muestra algo de preocupación por eso que se sale del paradigma masculino por aquí -y también por muchos allá- te cae esa otra versión del mismo asunto: “déjate de mariconadas”.

Nunca, eso si, he escuchado relacionar dicho concepto tan erudito con el maltrato a las mujeres, la brusquedad en las formas o la cutrez y mala educación que abunda con facilidad en el comportamiento humano con cromosoma XY.

Para aquellos y aquellas que en cuanto leen la palabra homosexual se les disparan todas las alertas, poniendo instantáneamente el piloto automático de que la homosexualidad es una desviación humana y toda esa cantinela del bla, bla, bla, decirles que se han perdido con su obcecación desde la primera línea sin comprender nada. Claro que también me pueden decir que no digo más que mariconadas…

7 de junio de 2009

Esa rabia con miedo

Estaba en 7º u 8º de la antigua Educación Básica y harto de que el grupo de chulitos congéneres se metieran conmigo. Supongo que era esa mezcla atípica de funcionar bien en clase, caerle en general bien a los demás y tener éxito con las chicas; no ser el clásico empollón gafotas, vamos. La cosa es que un buen día en la hora del recreo, me canse de sus intimidaciones, risas y amenazas, así que le dije a un compañero que me sujetase el bocadillo, me gire al que había sido mi amigo unos años atrás y le espeté aquello de “¿tú de que vas…?” Cuando rodeado de los suyos empezó la cantinela de burlas y recibí el primer empujón, una sensación difícil de explicar hizo que le volara literalmente por los aires, para después inmovilizarle con algo de lo que había aprendido ese año con el judo. Recuerdo el corrillo de medio colegio jaleando mientras le tenia allí acogotado y la extrañeza de los profes que vinieron al rescate respecto de quien era “el agresor”… Primera y última vez que me he pegado hasta la fecha, y por si alguien se lo está preguntando, a partir de ese momento el grupo de pequeños mafiosos nunca volvió a "tocarme las narices"…

Cuando el otro día por Segovia presencie aquella escena, la cabeza ciertamente me jugo una mala pasada. Tres adolescentes, tan macarras como gilipollas ellos, se les veía con ganas de fastidiar al personal, así que al primer comentario del niño que pasaba por allí con unos años menos, decidieron hacerle pasar el mal rato. Viéndolo me atrapó esa atenazadora mezcla de ira y miedo, intentando de forma confusa buscar al poli que nunca está para asustar a los cretinos. Mi cobardía o sensatez, vete a saber, hizo que el pobre chico tuviera que aguantar las mamarrachadas durante un buen rato, hasta que la excursión a la que pertenecía decidió que se movía de sitio… Y yo me quedé un buen rato tratando de serenar unas ganas locas de partirles la cara a esos tres y digerir al tiempo un miedo que no me gustaba reconocer ni sentir.

26 de enero de 2009

Con dos burras

En medio de todas las grandes noticias de las últimas semanas, a mi me ha encantado y atrapado la publicada en él 20 minutos con el titular “Burras para defenderse de los lobos”.

La cosa resumida es como sigue. Una productora de leche ecológica sufrió el ataque de los lobos recientemente, y en vez de tirarse por lo fácil e incoherente dada su filosofía; es decir cacerías, venenos y cosas del estilo, propias de otros cenutrios al amparo de las autoridades medioambientales, opto por indagar e informarse. Nada menos que en África, y en concreto en Namibia, dieron con la posible solución. Esta, sorprendentemente, es incorporar a los prados unas cuantas burras jóvenes. Si, si, han leído bien; burras. Por lo visto al ser equinos tienen un fuerte comportamiento grupal y defensivo, eso además del susto que debe ser ver a dichos animalicos dando coces a diestro y siniestro, mientras rebuznan de manera escandalosa “informando” a su estilo de que algo pasa. Por si fuera poco, como refuerzo y en la misma línea, también han decidido que troten por los pastizales en amor y compañía una perra loba y un mastín -mi trasero da fe de la fiereza de estos últimos, junto a un amigo que con los pantalones bajados por "asuntos propios", tuvo que correr despavorido por sus ladridos hasta refugiarse dentro de la tienda de campaña en las montañas asturianas-

¿No les parece genial la manera de resolver el asunto? Me refiero a lo de las burras y no a lo de mi amigo ;-)