18 de junio de 2013

Sintiendo

Viajando por un mundo íntimo y apasionado,
miro por el crisol de una original belleza.
En cada detalle, en cada acontecer del otro,
la cotidianidad se torna a veces sensual;
algo más plena.

Camino descubriéndome,
como en un gesto,
esperando en calma la sencillez de los momentos.
El abrazo silencioso de esa sonrisa.

Aire en los días que recorren los sentidos.

De Albero Varela en flickr

Y me dejo acompañar de su naturaleza pasajera.
La enigmática impermanencia;
este transcurrir de todo.
Una libertad sin miedo para llenarse de afectos.
Esa invitación, si acaso, a la emoción intensa.

15 de abril de 2013

Cancionero de cumpleaños

Salió de pronto un comino,
gracioso y pueril chiquitino,
correteando por ahí sibilino,
apuesto a que la mar de feliz.
 
Mientras aquel adulto miraba,
sin comprender qué pasaba,
increpole porque de suyo tardaba,
para insulsos quehaceres barniz.
 
Fui así su silencioso juguete,
en el transcurrir del efímero brete,
que el brío del infante acomete,
llevándole por simple desliz.
 
Imagen pública en pixabay
Y pensé como aquel lampiño,
entre las cadaunadas de un niño,
a un tris del fugaz brinquiño,
atesorando para mí su matiz.

10 de abril de 2013

Trazos de palabras

Es el deambular quien acompaña,
Imagen: CMEarnest
   el ardor el que acontece,
     la sensación quien gravita,
       el dolor que malmete.
Es el ansia quien roba,
   el susurrar el que prefiere,
     la cencellada quien traspasa,
       el adormecer que precede. 
Es el balcón quien asoma,
   el planear el que sucede,
     la impronta quien arrebata,
       el vacío que entumece. 
Es el filo quien alegoriza,
   el funambulista el que prende,
     la enajenación quien aquilata,
       el escalofrío que consiente.

4 de abril de 2013

Un día laborando

Antes de solicitar el correo a aquella chica italiana para poder incorporarlo a su perfil -no vayan a pensar-, un hombre marroquí me preguntaba atropelladamente sobre unos molestos papeles a rellenar, para pocos minutos después, entre el tumulto de un voluntario paseo por la Castellana, aquel grupo de indios reclamara mi atención en su antigua lengua colonial, inquietos por confirmar la dirección a la que equivocadamente andaban. Luego, la fina pero incómoda lluvia se disipó bajo el laberinto siempre sórdido de pasillos subterraneos, cuando mi mirada complacida se cruzó con la intención y escondido talento de un joven senegales, apurado en su gesto, que compartía con nobleza e ingenuidad sus solitarios cantos. Y llegué así al rincón acristalado donde me esperaba el grato dialogo de una amistad que perdura, mientras saboreé una caña servida por las manos de una resuelta mujer eslava... No fue difícil, convendrán, entender al yonqui nativo que me abordó al salir, cuando desde una de las esquinas próximas, y con el ralentí de quien va calmadamente 'puesto', me dijo antes de aventurarse a pedirme nada aquello de "oye, mira, ¿tú hablas español?"...
Imagen: Drubens
El tren de regreso trajo a mi el cansancio de estos cortos pero de alguna forma largos viajes, el regusto de otras vivencias; sus sensaciones, al tiempo que  la melodía “De amor y casualidad” en boca de Jorge Drexler, haciendo que conscientemente cerrase los ojos; queriendo ignorar las infinitas pequeñas pantallas que, por momentos, parecían abducir a todo aquel que me rodeaba desde su mundo virtual.

26 de diciembre de 2012

Inspiración al límbico

El sol entraba brillante y embustero por unas ventanas con complejo de no ser en realidad transparentes, mientras una mirada perezosa descubrió el tedio frecuente de cuatro días a la semana; apenas unos minutos, y el sosiego volvería al plan azaroso de aquella rutina por lo general acechante. Era en aquel breve rato, donde de forma especialmente intensa se tornaba tan suculenta la desconexión. La escena cotidiana, empujaba esta vez a aplacar de inmediato la insolente y abundante luz, sin apenas procurar esfuerzo en un movimiento que pudiera disuadir ese placer del mediodía.

Con la memoria de quien compone a su antojo el espacio, el brazo encontró en su ascensión aquella escueta manta gris de pespunte naranja. Su todavía uso inconcreto, fue a reposar precipitada pero cómodamente sobre un rostro avocado a la desnuda inconsciencia. Y casi de inmediato, estremeciendo súbitamente, su aroma comenzó a desbordar un torrente de cálidas evocaciones; una locura jugosamente acariciada de sentidos, en la que desear permanecer envuelto...