4 de agosto de 2010

Aprender a desaprender

Estudiando en la universidad, recuerdo haberme encontrado con este concepto por primera vez entre tantos otros. Fue de aquellos que releí varias veces en el texto y pensé durante algún rato. Quien sabe qué oportunidad perdí en aquel instante. Como con otras cosas, pese al interés creo que no comprendí en ese momento la transcendencia que tal idea puede llegar a tener, incluso después de trabajar posteriormente con sus posibilidades.

En estos días, una de las personas que me ayuda a sanear mi ser, me ha contado ese descubrimiento que es ahora mí propia “mochila”; esa que todos llevamos a nuestras espaldas y en la que de forma a veces consciente, muchas otras veces no, vamos introduciendo a lo largo de los años toda serie de aprendizajes, hábitos y reacciones diversas. Ya se sabe; la familia, el entorno, nuestras propias experiencias vitales... Es difícil llegar a saber cuando algo pasa a estar dentro de ella, pero de tanto llevarla a nuestras espaldas, terminamos en muchos casos por dejar de prestarla atención. Va ahí, para bien y para mal, siempre con nosotros.

Un día, tras algún suceso normalmente doloroso, nos damos cuenta que es necesario parar y revisar todos sus bolsillos. Es como si nos extrañáramos de repente con su peso y su molesta presencia. Dejas por un tiempo de utilizar sus “objetos” sin apenas pensar, como tantas otras veces hiciste, y te paras a observar con detenimiento lo que ella contiene. Te preguntas entonces cómo habrán llegado hasta allí algunas de esas “cosas”, al tiempo que cuestionas si te hace bien recorrer camino con ellas a cuestas. Afortunadamente escarbando también aparecen elementos valiosos, ocultos y olvidados en el fondo de nuestro equipaje; son aquellos que fuiste dejando de usar y ya no encontrabas fácilmente.

Yo he localizado en estos días algunas cosas en mi mochila de las que quiero desprenderme. Prescindir de ellas por el daño y el peso inútil al que me someten. De algunos de esos trastos ya me habían intentado hablar en otras ocasiones desde el cariño, solo que al abrir la cremallera de mi mochila pronto encontraba aquel antifaz oscuro e inmovilizante o los tapones colocados en mis oídos...

Aprender a desamprender; desechar todo lo que no valga más que para amargarte y hacer infeliz a quien te acompaña. Volver a enfocar la vida de otra manera; de la otra manera posible con lo que esa mochila también contiene y todo lo que puede llegar a tener. Ese es el reto por conseguir.

No hay comentarios: