gracioso y pueril chiquitino,
correteando por ahí sibilino,
apuesto a que la mar de feliz.
Mientras aquel adulto miraba,
sin comprender qué pasaba,
increpole porque de suyo tardaba,
para insulsos quehaceres barniz.
Fui así su silencioso juguete,
en el transcurrir del efímero brete,
que el brío del infante acomete,
llevándole por simple desliz.
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Imagen pública en pixabay |
Y pensé como aquel lampiño,
entre las cadaunadas de un niño,
a un tris del fugaz brinquiño,
atesorando para mí su matiz.