26 de diciembre de 2012

Inspiración al límbico

El sol entraba brillante y embustero por unas ventanas con complejo de no ser en realidad transparentes, mientras una mirada perezosa descubrió el tedio frecuente de cuatro días a la semana; apenas unos minutos, y el sosiego volvería al plan azaroso de aquella rutina por lo general acechante. Era en aquel breve rato, donde de forma especialmente intensa se tornaba tan suculenta la desconexión. La escena cotidiana, empujaba esta vez a aplacar de inmediato la insolente y abundante luz, sin apenas procurar esfuerzo en un movimiento que pudiera disuadir ese placer del mediodía.

Con la memoria de quien compone a su antojo el espacio, el brazo encontró en su ascensión aquella escueta manta gris de pespunte naranja. Su todavía uso inconcreto, fue a reposar precipitada pero cómodamente sobre un rostro avocado a la desnuda inconsciencia. Y casi de inmediato, estremeciendo súbitamente, su aroma comenzó a desbordar un torrente de cálidas evocaciones; una locura jugosamente acariciada de sentidos, en la que desear permanecer envuelto...

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