El sol entraba brillante y embustero por unas ventanas con
complejo de no ser en realidad transparentes, mientras una mirada
perezosa descubrió
el tedio frecuente de cuatro días a la semana; apenas unos minutos, y el
sosiego volvería
al plan azaroso de aquella rutina por lo general acechante. Era en aquel
breve rato,
donde de forma especialmente intensa se tornaba tan suculenta la
desconexión. La escena cotidiana, empujaba esta vez a aplacar de inmediato la insolente y
abundante luz, sin apenas procurar esfuerzo en un movimiento que pudiera
disuadir ese placer del mediodía.
Con la memoria de quien compone a su antojo el
espacio, el brazo encontró en su ascensión aquella escueta manta gris de
pespunte naranja. Su todavía uso inconcreto, fue a reposar precipitada pero
cómodamente sobre un rostro avocado a la
desnuda inconsciencia. Y casi de inmediato, estremeciendo súbitamente, su aroma comenzó a
desbordar un torrente de cálidas evocaciones; una locura jugosamente
acariciada de sentidos, en la que desear permanecer envuelto...
No hay comentarios:
Publicar un comentario