11 de enero de 2008

Amistad

Las veo a menudo mientras espero curioseando. Son dos chicas de unos 16 años y aparecen día tras día por el fondo de la calle sobre las tres de la tarde. Siempre vienen hablando, mientras cargan a sus espaldas con esas voluminosas mochilas repletas de cosas. Algunos días se las ve más cansadas, otros más sonrientes, con aspecto sencillo o luciendo palmito, aunque casi siempre con un tono vital en sus caras.

Al llegar al final de la acera, inexcusablemente se detienen un ratito. Es ahí donde se dividen sus caminos, pero aprovechan ese último momento para charlar de los más variados temas; que si el examen ha sido difícil, que si he tenido una discusión con mi madre, que si mengano me gusta, que si tal o que si cual… Hablan las dos, sin atropellarse ni acaparar la conversación por parte de ninguna. Mirándose a los ojos y acompañándose frecuentemente con gestos cómplices; entendiéndose en el compartir de sus vidas. Después, más pronto o más tarde, se despiden hasta el día siguiente, no sin antes regalarse un beso cariñoso y sincero por parte de una de ellas a la otra. Y resulta hermosa la escena, muy hermosa.

Pienso en todo lo que a esa amistad le queda por recorrer y si sabrá sobrevivir con el tiempo a los celos, la distancia, la forma de madurar de cada una y todos esos avatares con los que se irá encontrando. Ojalá que si. La amistad, ese tipo de amistad leal y sincera, es todo un privilegio con el paso del tiempo.

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