18 de diciembre de 2008

Algunos orígenes

Es gratificante darse cuenta un buen día, que algunas de las cosas que te gustan, te producen bienestar o te atraen irremediablemente, tienen un modelo; una fuente de inspiración que aunque estaba ahí, a ti se te había pasado por alto o lo habías olvidado.

Al que suscribe le ocurre, de entre otras muchas cosas, con una serie televisiva: Doctor en Alaska. La descubrí hace ya algunos años en la “República Independiente de mi Cuarto” cuando vivía en la casa de mis padres; un cubículo de 2x2 metros cuadrados que sorprendía por su contenido a todo el que allí entraba. Entre lo mucho que increíblemente ese cuarto contenía, una balda esquinera sostenía un viejo televisor en blanco y negro. En ese rincón y de madrugada, es desde donde aparecían aquellas curiosas historias con sus peculiares personajes, en las que yo quedaba irremediablemente atrapado.

Recientemente he podido comprar las primeras temporadas de la serie. Viéndolas de nuevo, me he dado cuenta de muchas cosas; los paisajes, las conversaciones, el carácter de sus personajes… Hay un sin fin de guiños a las cosas que me interesan y producen atracción de forma inmediata. Y no, no soy tan incauto de pensar que la principal fuente de influencia hayan sido esos capítulos, siendo al mismo tiempo consciente de que algo ocurría en aquellos momentos. Pasada la media noche, mientras que un adolescente confundido veía y escuchaba atentamente esa ficción, se iba configurando en su cabecita una forma de analizar y vivir el mundo real, lleno de matices tan complejos como interesantes.

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