
Hace unos días creí ver a alguien esperando la muerte. No estaba en un hospital, ni aquejada por ninguna grave enfermedad. La anciana, vestida de riguroso luto y con pañuelo sobre su cabeza, permanecía discreta e inmóvil sobre el chaflán de sofisticados escaparates, al tiempo que sus curtidas manos se apoyaban en un bastón. Esa tarde gris hacía un gélido viento polar, y mientras todos apresurábamos el paso en búsqueda de resguardo próximo, ella seguía impertérrita y ausente desde aquella solitaria esquina. Su rostro triste y ajado, parecía no encontrar aliciente ni sentido a su alrededor, en un mundo alejado del que fuera el suyo. Y así, con la mirada perdida y un pensamiento incierto, me dio la impresión de que esperaba resignada su momento en silencio.
1 comentario:
Debe ser una etapa muy dura.
Por cierto, que menos mal que actualizas, ya me tenías preocupada...
Publicar un comentario