2 de noviembre de 2007

El sentir de los sentidos.

A lo largo de un mismo día, los estímulos que nos rodean pueden transmitir grandes y silenciosas emociones. Suelen aparecer sin darnos cuenta; sin perseguir o buscar nada. Solo es cuestión de dejarse llevar por ellos.

Un día puedes estar atravesando un parque en la gran ciudad y que el sonido de un caño de agua continuo, te lleve directamente a una pequeña aldea salmantina. Aquella que te permitió observar de niño, los curiosos entresijos de un mundo rural ya en desuso. Donde se habitaba y vivía de otra forma. Ese lugar en el que, de la mano de un abuelo mitad maestro-mitad herrero, empezaste a descifrar los secretos de una naturaleza que te atraparía para siempre…

Casi al momento, poco tiempo después, pueden aparecer ante ti las ruinas de una vieja aunque conocida fachada. Restos a punto de ser demolidos que albergaron vidas pasadas. Es debajo de ese número, sostenido a duras penas sobre el dintel de una destartalada y carcomida puerta, donde un sonriente tío ebanista os recibía los días de visita. Un luchador por las libertades, comprenderías mucho tiempo después. Un rebelde en los tiempos en los que te mataban por pensar de otra forma sin esconderlo…

Y otro día será esa canción evocadora, quizá un olor penetrante y embriagador, la imagen de rostros desconocidos pero familiares, el sabor de algo llenando tu boca… Hay tantas de esas mágicas sensaciones… Y son todas tan melancólicamente hermosas…

No hay comentarios: