6 de diciembre de 2007

Las dos caras de la misma monserga.

Soy de la opinión de que en general, es bueno tener múltiples y variadas experiencias en la vida. De esa forma el enriquecimiento que se va adquiriendo, es todo un bagaje que te va haciendo entender muchas cosas, al tiempo que se puede ir aplicando en innumerables y a veces sorprendentes situaciones. Tal vez por eso me ha llamado tanto la atención, protagonizar algunas escenas muy dispares. Verán a que me refiero:

En una ocasión, como otras muchas, por cuestiones laborales tuve la oportunidad de ir a un centro educativo en calidad de ponente; entre otras cosas disfrutaba impartiendo seminarios de prevención. Este centro en cuestión era concertado, y en cuanto aparecí por allí más o menos arreglado -que no disfrazado- con el ordenador portátil al hombro y el “buenas tardes, soy el encargado de la charla tal…” el bedel llamo raudo a la directora y en un instante allí que apareció. “Don Julio acompáñeme al salón de actos”, “esperamos que esté todo de su gusto”, “si necesita cualquier cosa…” Todo al tiempo que llegaban los asistentes muy atentos y me ponían la botellita de agua con su vaso, mientras yo preparaba mi chiringuito para la exposición. A la conclusión de la misma aplausos, algunos elogios y corrillos de gente preguntándome cordialmente montones de cosas.

Ete aquí que un tiempo después volví a aquel centro. Personalmente había decidido dar un giro a mi ocupación laboral y mientras tanto trabajaba en una distribuidora de libros. Mismo protagonista y mismo escenario, solo que ahora ya no iba moderadamente arreglado y mi indumentaria era básicamente la del clásico currito. Además en lugar del portátil, empujaba un carro con una buena pila de voluminosas cajas. “Buenos días, venía a traer estos libros”. Al bedel esta vez le costo correr la puertezuela de cristal y su semblante no era muy agradable precisamente. “Espere un momento” me espetó. El “ratito” duró casi 20 minutos a pie quieto, mientras veía pasar gente por delante de mi que literalmente me ignoraba. Finalmente, unas cuantas escaleras para facilitar la tarea con el peso y un adiós seco de despedida.

Ha habido más en esta línea. Como cuando el Servicio Público de Empleo me hizo una entrevista técnica y complicada de casi una hora, con nada menos que 7 miembros en el tribunal para finalmente darme el trabajo de orientador laboral. Unos cuantos meses después terminó el contrato, habiendo cumplido por mi parte lo que ellos llaman “objetivos asignados” y que se traduce en atender a cientos de personas lo mejor posible... Pues bien, al poco tiempo el mismo Servicio de Empleo se puso en contacto conmigo por medio de una carta. Me comunicaban que tenía que asistir para recibir yo orientación “al otro lado de la mesa”, citando de paso algunos artículos amenazadores de la legalidad vigente. Y allí me veis hablando frente a alguien que habría hecho la misma entrevista pertinente, para demostrar los conocimientos y aptitudes necesarios que yo, por alguna razón desconocida, ya no debía tener para ellos.

Me dirán que no son curiosas algunas cosas que pasan...

1 comentario:

Paco Luis dijo...

Hola Julio. Muy interesante esta reflexión, y muy ingenioso el título de la misma. Por desgracia así están las cosas. No basta con ser algo, hay que aparentarlo además. No basta con saber algo, tiene que parecer que sabes....malditas apariencias...oye te dejo que voy a "disfrazarme" para ir a currar.