4 de marzo de 2008

“ ¡Es que tengo mucho carácter! ”

Habrán oído esta expresión a más de una persona. Yo al menos unas pocas de veces. Normalmente se justifica con dicha frase los exabruptos o desaires hacía los demás, sin plantear alguna inquietud personal tal auto-engaño. Lo es, ya que si bien todos nacemos con una cierta predisposición a funcionar de una manera más o menos impulsiva –los expertos llaman temperamento a esta base biológica preestablecida del comportamiento- no es cierto en absoluto que ante esa tendencia solo cabe dejarse llevar, haciendo y diciendo lo primero que le pida a uno el cuerpo. Es de ese error de donde parte el cómodo y simplista argumento de “es que soy de esa forma de ser y no lo puedo evitar; tienes que aceptarme tal y como soy” Así, con el imperativo por delante. Esto mismo los y las más refinadas lo camufla en frases como “lo que pasa es que mi forma de hablar es muy vehemente”… Y perdón pero no.

Como en tantas otras cosas en relación a las personas, la educación da explicaciones y respuestas a multitud de cuestiones relacionadas con nuestro comportamiento. Si bien no con todas de forma absoluta, incluso en cuestiones de tipo innato la educación puede jugar un papel muy importante cuando hablamos de aprender a convivir. A lo que voy es que si una persona es desagradable, agresiva, muy competitiva o intolerante en sus reacciones, por poner solo algunos ejemplos clásicos relacionados con el “yo es que soy así”, lo que verdaderamente significa tales reacciones son aspectos como dificultad personal en la gestión de las emociones (rabia, nervios, frustración, etc.) poca habilidad para defender ideas y/o derechos sin vulnerar los del otro (lo que los técnicos llaman asertividad) o la puesta en marcha de inadecuados mecanismos de compensación-defensa en relación a las debilidades que cada cual tiene (ante la inseguridad, por ejemplo, se puede optar por vocear, ridiculizar, aislar… o bien por escuchar, preguntar, reformular...)

Casi todo lo que hacemos y decimos tiene mucho de hábito adquirido por medios muy diversos. Es así como se va configurando nuestro carácter a lo largo del tiempo, teniendo este por tanto un fuerte componente aprendido y cultural, que va modulando el temperamento con el que nacemos. El compendio (artículo extenso) da como resultado nuestra personalidad. Es solo que hay dos posturas ante eso: Por un lado el conjunto de personas que se esfuerzan paulatinamente en ir mejorando sus comportamientos; es decir seguir aprendiendo para llegar a lograr sus objetivos sin dañar a otras personas. Y por otro, un segundo grupo estancado en una forma tan habituada de reaccionar, que o bien no se la cuestionan porque piensan que es la forma acertada –ignorando como hace sentir a los demás- o bien no están dispuestos a cambiar por el importante esfuerzo que eso les conllevaría, además de no querer renunciar al grado de poder que eso les da. Pero lo cierto es que si verdaderamente se está concienciado, se puede aprender poco a poco a funcionar de manera diferente en prácticamente cualquier área de la vida y a cualquier edad. Por eso los y las del “es que yo soy así”, no nos pueden intentar seguir haciendo creer –ni a ellos mismos tampoco- que hay que aceptar sin más esa parte de su mala-educación, adornándola de una medida en positivo inexistente: No se tiene “mucho” o “poco” carácter, simplemente se desarrollan o no determinados rasgos en base a como vamos afrontando las situaciones.

La pelota está por lo tanto en su tejado, pero pueden bajarla de ahí… Si quieren, claro.

No hay comentarios: