26 de febrero de 2008

No siempre es bueno leer

Digo esto porque se habrán dado cuenta conmigo, de que cada vez va siendo más habitual ver transmitir ideas en público así: Leyendo papeles burdamente, aunque los más avispados lo hagan de reojo. Como quien no quiere la cosa, esto se va incorporando sin complejos a múltiples escenarios, anulando en gran medida la posibilidad de evaluar las verdaderas capacidades e intenciones de quien lee. Cuesta así llegar a saber en que grado conoce el impostor orador de lo que está hablando, si es de su cosecha o escrito por otras personas, cuando no dudar de si su postura es ciertamente la que cuenta y con la intensidad en la que lo hace.

Todo cuando en realidad el no decir las cosas en verdadero directo, es una muestra de mediocridad, cobardía y medio mentira en la mayor parte de los casos. Y ocurre; vaya si ocurre. Se lo puede uno encontrar en una conferencia de “expertos”, o con profesores cuyas clases consisten en leer apuntes, en los discursos de cualquier autoridad y por supuesto en la mayor parte de las intervenciones de nuestros “valientes” políticos. Da la impresión de que aquí ya casi nadie se atreve a decir algo, si antes no se ha estudiado al dedillo en una reunión previa, se ha valorado pros y contras de cada frase o se ha matizado por algún asesor el “mejor utiliza esta palabra que no aquella otra”. Grave forma de manipulación es la que se esta normalizando, en mi opinión, hasta el punto de naturalizarse y no cuestionarse. ¿Será por eso que nuestros políticos se resisten a debatir en directo y solo están dispuestos a hacerlo con todo “prefabricado”? ¿Dónde quedan las clásicas disciplinas del Trivium como la retórica o la dialéctica que den nivel a la oratoria?

Puede ser que ya estemos más cerca de terminar haciendo como se empieza a ver en televisión –otro de los paradigmas de la mentira y la manipulación actualmente más evidentes- en donde muchos presentadores ya hablan literalmente en función de lo que les van dictando coma a coma por un diminuto e imperceptible auricular, haciéndonos creer que son sus ocurrencias las de “la voz en off” que escuchan, aunque lo hagan con unas pausas y silencios extraños completamente antinaturales. Es decir, son autómatas en donde su capacidad de expresión y manejo de la situación en directo no asegura la audiencia, importando poco la veracidad del asunto…

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